NOVEDADES / RECURSOS HUMANOS

Optimizando los recursos de los vecinos

Gabriela Ferreño trabaja en el área de Tesorería dentro de AVN. Realiza una tarea esencial en la administración de los recursos de los vecinos de Nordelta.

Gabriela Ferreño tiene 57 años, está casada y es mamá de dos varones. Este mes cumple 16 años en la Asociación Vecinal Nordelta, y forma parte del equipo de Tesorería donde realiza una tarea que requiere compromiso y creatividad.

“En el equipo somos cuatro personas que tenemos una muy buena dinámica. No hay que perder de vista que manejamos fondos de los vecinos y que tenemos que poner siempre lo mejor de nosotros para su administración”, dice Gabriela Ferreño con mucho énfasis.

Hoy por hoy el área maneja 82 cuentas, entre consorcios y barrios. Si bien cada barrio o consorcio tiene su particularidad, es mucho lo que se administra. “En octubre, por ejemplo, saqué 3962 órdenes de pago. Es una suma muy grande. En el trabajo de todos los días siempre aprendés algo nuevo, es muy dinámico”, argumenta Ferreño.

La valorización y los números

Gabriela es docente, y aunque por “cuestiones de la vida” nunca ejerció, siente que su actividad laboral algo tiene que ver con su formación. Previamente trabajó durante 23 años en otra compañía, y al ingresar a AVN pensó que iba a ser difícil sentir lo mismo que en esa empresa, a la cual consideraba su casa. “Con el paso del tiempo volví a sentir esa sensación de calidez humana entre los compañeros de trabajo, que no es tan común. Me siento valorizada, me respetan y me escuchan”, reflexiona Gabriela.

La tarea diaria es con números y se lleva más que bien. En gran parte eso se debe a que además de dedicarse con pasión a las cuentas y ser prolija con los recursos de los vecinos de la Ciudad, en la organización se respira un clima laboral muy cercano. “El valor humano es lo más destacable. Hay una cordialidad que no siempre se logra en los trabajos. La gente que se va dice que va a extrañar las relaciones humanas. Por algo es. El año pasado dije que AVN era una gran familia, y sigo pensando lo mismo”, asegura Gabriela mientras cuenta su testimonio.

Una manera efectiva que encontró para disfrutar de su trabajo fue balancear las horas en la oficina con una actividad complementaria. “En esta época los trabajos tienen mucha rotación. Los jóvenes buscan diferentes experiencias y está bien. Pero a veces noto muy poco compromiso. Esto lo hablo con mis hijos y mis compañeras. Creo que buscar tu lugar en el mundo sólo en un trabajo te lleva a frustrarte y a necesitar cambiar todo el tiempo”.

La tarea: optimizar los recursos

Ferreño cuenta con alegría quienes forman parte de su equipo. En el área son cuatro personas. Ella se ocupa de los proveedores y “saca pagos” pero para poder realizarlos tiene que tener la información de la posición financiera del día que le indique el dinero disponible por cada barrio o consorcio para poder afrontar los pagos.

En el engranaje del área que lidera la tesorera Marina Ferreira, también está Nadia Pérez que hace Servicios y Cecilia Benitez que se encarga de la posición financiera y las inversiones.

“Fuimos sistematizando la actividad de tesorería. Cuando comencé hacía cheques manuales, imaginate. Hoy está todo en una posición financiera que se maneja día a día, donde vemos fondos, vencimientos, pagos”, cuenta Gabriela sobre el proceso de crecimiento que tuvo el área dentro de la organización. La tarea en Tesorería suele ser “muy dinámica” y requiere diferentes canales de comunicación. Lo presencial sigue siendo vital: “Es muy importante vernos físicamente, porque se logra otro tipo de comunicación. En la oficina escuchamos qué hace una u otra, y nos recordamos cosas. Se trabaja muy bien”.

Encontrar “el” lugar

Gabriela acomoda su blusa blanca y mientras se arregla el pelo se escucha el tintineo de sus pulseras. Acomoda la voz para contar algo importante. “Hace un tiempo viajé con una amiga a Europa. Inesperadamente al ingresar a un convento en San Francisco de Asís, Italia, comencé a llorar sin parar. No tenía ni alegría ni tristeza, era una sensación novedosa. Al volver, sentí que eso que pasó era mágico y que necesitaba devolver algo de lo que esa experiencia me dio”.

Cuando ella se refería a repartir las energías y metas, también hablaba de colocar expectativas en el ámbito laboral y también por fuera. Después de su experiencia, tomó el compromiso de ser voluntaria del Hogar San Justo de San Fernando, donde hay nenas judicializadas que también requieren de la colaboración laica.

“El hogar está a 10 cuadras de mi casa y no lo conocía. Desde que fui no pude abandonar la causa. Me lleva mucho tiempo, pero me encanta. Las judicializaciones y los motivos por los que llegan las nenas son diversos. Pero es difícil que regresen a sus familias de origen, entonces nos ocupamos de todo”, explica orgullosamente.

En el proceso de adopción de las nenas con otras familias, Gabriela siente que, si bien muchas veces falla el sistema, sobre todo en el acompañamiento de las adopciones, la ley de adopción cambió bastante y ahora le da un lugar a la voz de los niños y lo que quieren al momento de una adopción. “Para mí ser voluntaria en el hogar me bajó a tierra y me ayuda a caminar distinto. Creo que la actividad me ayuda más a mí de lo que yo ayudo a las chicas”.

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