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Cómo funciona el Puerto de Nordelta

Con su equipo, Jorge De Gregorio gestiona los servicios náuticos de los vecinos desde la capitanía del Faro de Bahía Grande. Una tarea full time en aguas nordelteñas.

“La náutica siempre me gustó. Mi bisabuelo era italiano y vino a Argentina como marinero desde Calabria, mi abuelo y mi papá trabajaban en la empresa de transporte marítimo Italmar. De chico jugaba a ser buzo en la pileta y con tiempo me recibí de Oficial de Marina y luego como buzo táctico” explica Jorge De Gregorio, intendente del Puerto de Nordelta, quien gestiona 300 amarras de vecinos.

El marino está por cumplir 12 años en la Asociación Vecinal. Fue intendente del barrio El Yatch, y al poco tiempo se convirtió en el primer intendente de la capitanía del puerto, cargo que sostiene hasta el día de hoy, desde el clásico faro de Bahía Grande.

“El puerto de Nordelta es un lugar icónico porque la ubicación es especial, y aunque hay otros barrios náuticos, ninguno tiene la dimensión y la jerarquía que tiene Nordelta”, asegura.

Un territorio que viene creciendo

“Gestionar el puerto implica administrar y cuidar los distintos sectores de amarras y su vinculación, a través del Canal Mayor, con la salida al Río Luján. Hoy hay más de 300 amarras y potencial para crecer”, detalla De Gregorio.

Las oficinas de la capitanía del puerto de Nordelta se encuentran en el faro de Bahía Grande y abarcan todas las amarras de la Ciudad. Esto representa el sector de Bahía Grande, Marinas del Canal, Islas del Canal y los complejos Rivera, Acqua Río e Índigo (en construcción), los amarres de Puerto Escondido y Marinas del Yatch. El barrio Las Caletas tiene su manejo de amarras. En el barrio El Yatch cada lote tiene su embarcadero que depende de su intendencia. La zona portuaria sigue en desarrollo y seguramente habrá nuevos emprendimientos con salida al río.

Equipo sólido

“El agua es mi métier. En estos años construí un buen equipo en el puerto. Trabajo con 6 marineros y tenemos guardia los 365 días” explica con elocuencia Jorge. Dos auxiliares, uno de mantenimiento y otro de limpieza, completan este grupo que se caracteriza por tener una fuerte presencia en el territorio: los marineros están repartidos en un esquema laboral que asegura que siempre haya dos o tres de ellos rotando permanentemente en las amarras.

Con un apego por el orden y la prolijidad en la labor cotidiana, el marino destaca su prioridad: “En mi equipo valoro a las buenas personas. El arte de la marinería se puede transmitir y perfeccionar, pero lo importante es tener confianza en la gente para poder delegar. Si bien tengo un horario habitual en la oficina, estoy pendiente todo el tiempo. Es la responsabilidad de gerenciar” reflexiona Jorge.

El puerto, un servicio

Entre las tareas que forman parte del servicio que se brinda a los amarristas se encuentran el tape y destape, la verificación de los amarres y de la línea de flotación de las embarcaciones para protegerlas con los cambios climáticos, la colaboración con los amarres y las zarpadas de los barcos, entre otras. También se gestiona la seguridad náutica. “A diferencia de un auto estacionado, al estar en el agua un barco se mueve todo el tiempo por efecto del viento. Hay que controlar los cabos de amarre de acuerdo a la altura del agua. Si hay una rotura en una junta ingresa agua al barco y la línea de flotación baja. Estamos atentos a prevenir riesgos” explica el marino.

La convivencia y el respeto por las normas aparecen como prioridad de una gestión que siempre presenta sus desafíos. En una aparente calma, al estilo de una amarra, el faro ícono de Bahía Grande -con sus 17,02 metros de altura- es sede de un trabajo minucioso hecho con pasión: “Nuestro objetivo es lograr que la comunidad náutica nordelteña encuentre en su puerto un entorno ordenado y de calidad”, concluye Jorge.

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